martes, 4 de agosto de 2009

Fiesta de Cumpleaños









El Comedor Los Peques festejó los cumpleaños de todo julio, por que como ya se sabe, el festejo individual es un privilegio que raramente a los pobres se les deja darse. En fin, con la alegría habitual de los que hacen pan del hambre, y de los que tienen la buena cara arrugada de tanto ofrecérsela al mal tiempo, las madres titánicas del comedor y los colaboradores con sus humildes esfuerzos ofrecimos un día de festejo genuino. Por eso es que dimos a nuestros diminutos amigos un espacio cálido (no en vano las salamandras funcionan a toda máquina) y acogedor, construido con mucho esfuerzo por nuestro empleado del mes. La cocina y la sala que hoy poblaron tan gentilmente los chicos del comedor fue construida íntegramente por Don Antonio y su familia, lo que haría trastabillar seriamente las hipótesis de que la miseria es tan solo causa de la pereza de algunas personas.
La cocina, espléndida, bien equipada gracias a donaciones y esfuerzos, y alimentada gentilmente por la plata que Lucas nos consigue removiendo cielo y tierra para el gas, se tradujo en unas deliciosas empanadas tucumanas con el ingrediente secreto que hace de estas las mejores del país. Junto a estas, la pizza amorosamente amasada y la cantidad nada despreciable de jugo donado permitieron agasajar a nuestros pequeños amigos. De postre se sirvió una ración de yogur para regular la flora intestinal que causó su debida sorpresa entre los chicos, aunque algunos poco habituados a estos detalles para ellos inalcanzables, lo comieron vorazmente. Como es habitual, no faltaron las risas, los juegos, las caras manchadas de salsa y yogur, el cariño de madres con infinitos hijos, los ojos contentos, las sonrisas poco ejercitadas aflorando. Aunque para ser completamente sinceros, tampoco faltaron las peleas, el bochinche y los llantos. Como es lógico, más de sesenta chicos en un lugar más bien pequeño, no pueden estar juntos en un clima de perfecta armonía, porque, claro está, ¡son chicos!
También recibimos visitas sinceras de gente sinceramente conmovida, por la injusticia evidente que representa las condiciones de marginalidad en que viven nuestros chicos, así como también recibimos otras visitas que quizás nos hablaron con algo de ternura fingida y un signo de pesos entre los párpados.
Para terminar, se entregó la eterna vianda que se llevan los chicos para tratar se llenar con algo caliente el estómago, y así combatir mejor contra el frío implacable que se filtra por casas y casillas indignas, algunas alumbradas peligrosamente con fogatas al ras del piso. Un chupetín o dos que buscan ser la última pequeña alegría de un día que ya se retira ante la noche, y que es recibido con miradas algo desilusionadas por nuestros chicos. Por último los peques vuelven a sus casas, cargados inexplicablemente de responsabilidades, y parecen caminar con el peso de muchas vidas a cuestas. Algunos encontrarán contención y cariño pese a la desgarradora miseria de sus hogares. Otros no. Algunos tendrán la chance aunque sea mínima se escapar del triste futuro de la violencia, la exclusión y la drogadicción. Otros no. Algunos, por eso luchamos, porque esto, no se engañe nadie, esto es una lucha, tendrán un futuro digno y una vida larga, plena y digna de ser vivida. Otros, muchísimos otros aunque nos desgarre el alma, no.

En fin, así es la costumbre entrañable de esas personas anónimas que, repletas de logros y miserias, buscan día a día hacerse un lugar en el mundo, para lograr vivir y no solo sobrevivir. Para vivir en ese mundo, que por vasto y exuberante, no es menos hostil a que todas las personas que lo caminan, puedan habitarlo con dignidad.


Lautaro, colaborador.

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