Aunando pizcas de conocimiento y la información y materias primas aportadas por la ingeniera María Clara Mediavilla fuimos dando forma a la huerta con técnicas sencillas y muy útiles (creación de surcos de riego, colchones de pasto seco para retener la humedad, etc). El principal problema surgió a la hora de aislar las preciadas semillas recién sembradas del posible inconveniente de perros y caballos. La cuestión fue solucionada de forma cómica y poco ortodoxa, al tirar ramas a diestro y siniestro sobre la tierra removida.
El sábado después de una jornada muy optimista y trabajadora, previo programar los turnos de riego, cada uno partió agotado y satisfecho, conciente de ser parte de un proyecto íntegro y sincero, que hoy por hoy, solo está en condiciones de ofrecer parches y remiendos a una estructura decadente. Quizá mañana, cuando seamos cientos de brazos en vez de algunos pares, podamos dejar palas y azadas para comenzar un proyecto que de una vez por todas acabe con la miseria y brinde alternativas y soluciones a un barrio que agoniza.
Emparcharemos, destruiremos, crearemos…
Lautaro, colaborador.